viernes, 19 de noviembre de 2010

Huggally

Llueve. Y hace frío. Como un enorme y jodido congelador donde el viento sopla hasta descarnarte vivo. La noche será larga.

Equipo, ajustado. Hora, 2.30 am. Tiempo estimado, 1 hora y 15 minutos. Con qué ganas me tomaría un vaso de leche con galletas.

El mapa indica una posición dudosa, los de Inteligencia son cada vez más imbéciles. Mi sobrina de 12 años diseñaría misiones con mayor precisión. Desde luego sus elefantes coloreados parecen elefantes coloreados. Esta cartografía recuerda más a una mancha de aceite sobre un charco de agua sucia. Habrá que ganarse el sueldo.

El punto crítico se encuentra a 3 km desde mis coordenadas. La última vez que anduve por aquí descubrí que los osos no siempre son de peluche. Me gustaría tener la fiesta en paz. Camino de manera penosa y lamentable. Me debí de dejar la dignidad en casa mientras cagaba mi orgullo y tiraba de la cadena. No he nacido para esto. O sí.

Transcurren 27 minutos. He llegado. Desde aquí debería ver a mi objetivo. Yo no veo nada. Me he adelantado 4 minutos. Una sonrisa de chiquillo adorna fugazmente mi cara. El frío se encarga de entumecerla. 16ºC bajo cero. Rachas de 70 km/h. Joder.

Monto el tinglado. No tengo tacto. Me lleva casi media hora. Normalmente tardo 5 minutos. Algo se acerca. Me preparo. No debo pensar, no me pagan para ello. Mejor. Son dos. Apunto, de alguna forma, por decir algo. 3, 2, 1. Disparo, 2 veces. La cabeza perforante T.U.W. 3 "Bonebreaker" tiene el tamaño de una botella de cerveza. Es de titanio. Me encanta.

Recojo mis bártulos. Todo ha salido a pedir de boca. Me esperan mis galletas y mi leche. Algo aún más frío que el hielo alcanza mi nuca. Durante medio segundo, un calor indescriptible. Mierda.

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